Perdiéndome en mil historias, un poco había arrinconando la música inmediata. Y casi me había olvidado a este amigo de hoy, que he conocido en los insondables mundos, galaxias e inmensidades de red. ¿Cómo definiría la música de Trilobite? Pues con un inconfundible sonido añejo, que no se le caen los anillos si se tiene que poner vientos o unos deliciosos acordeones de sabor afrancesado. Como si a Leonard Cohen se le hubiera aclarado la voz y tocará el trombón o Tom Waits se dejara de gilipolleces excéntricas y conservara la raíz. Y como si a los dos a la vez, estuvieran de vuelta de todo y con un punto amargo que tienen los perdedores. Quizá el primer álbum de Trilobite era algo insustancial, pero con el Silver Skin han dado en la diana y os recomiendo que lo escuchéis. ¡Saludos!