Todos buscamos ideales, todos vamos hacia paraísos prometedores, los inmigrantes, los niños, los jóvenes, los adolescentes, las personas mayores. Todos queremos lo que es tranquilo, sereno, suave, dulce, inolvidable, cálido y fresco. Y a veces lo quieres, aunque sea desde el infierno, desde las más firmes cadenas de la indolencia. Y maldecimos ese momento, cuando la realidad nos abofetea diciéndonos que paremos de pensar en gilipolleces. Pero nos reafirmamos en nuestra posición como idiotas, como Sísifo, volviendo abajo de la montaña tras la piedra que rueda. Y así pasa la tarde del domingo, escuchando una melosa canción.
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